Familia y escuela: ¿qué nos falta para ser verdaderos aliados?

Hace no mucho visité una Facultad de Magisterio en el norte de España. Frente a mí tenía 200 estudiantes a los que solo faltaban 4 meses para salir del mundo universitario y convertirse en docentes. Antes incluso de presentarme, lancé la siguiente pregunta: 

—¿Qué opinión tenéis de la educación? 

Una muchacha levantó la mano y respondió: 

—Pues yo creo que el problema son las familias. 

Esta respuesta me sorprendió… pero no mucho. No mucho porque durante años hemos estado tirándonos piedras: de los profesores, a las familias y de estas a los primeros, y toda inercia requiere de un tiempo para ser modificada. Analizando su respuesta, le dije: 

—Vamos a jugar con el lenguaje: sustituye la palabra “problema” por “reto” y reestructura la frase. 

Ella se quedó pensando un momento y contestó:

—Vale. Entonces, el reto está en que las familias se acerquen más a nosotros… o que nosotros nos acerquemos más a las familias. 

—¿Has visto? —le respondí—. Cambiando una palabra has cambiado tu perspectiva de la educación.

No hay nada que motive más a un niño, a una niña (educativamente hablando) que el hecho de ver que su familia y sus maestros trabajamos juntos. Si el vínculo con un estudiante ha de ser estrecho, más cercano ha de ser con su familia, porque es la única manera de sacar lo mejor de él. Creemos canales de comunicación amable con las familias, basados en el diálogo, el respeto y la confianza; creemos un entorno seguro en el que niños, niñas y adolescentes puedan aprender, equivocarse, preguntar y crecer con tranquilidad. 

Cuando tenemos reuniones solo en los momentos en los que hay algún problema, estas se convierten en un cara a cara teñido de desconfianza y van acompañadas muchas veces de una actitud defensiva. Si logramos un canal sano de comunicación, la comprensión y el trabajo en equipo van a guiarnos siempre. La tutoría con la familia, ya se haga tres, seis o doce veces, es uno de los momentos más importantes del año: cada vez que un docente y una familia se ven, tienen la oportunidad de atar cabos, de llegar a acuerdos, de establecer planes de acción, de compartir. Nuestro objetivo, como adultos y como equipo, es sacar lo mejor de las personas a las que queremos educar, dotándolos de las herramientas y estrategias para que crezcan, y el diálogo sano y respetuoso es una de esas herramientas que se aprenden más por imitación y observación que por cualquier otro medio.

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