Querida Jane, gracias.

Has sido inspiración para millones de niños y adultos en el mundo, la viva imagen del respeto por la naturaleza y del compromiso por un mundo mejor. El legado más valioso que puede dejar una persona es ser inspiración para otras. Hoy estoy triste porque te has ido.
Una noche soñé que caminábamos relajadamente por un lugar parecido a una jungla, rodeados de enormes hojas que dejaban paso a un camino angosto. Durante ese paseo me contabas historias que habías vivido, y de vez en cuando me preguntabas sobre mí, y yo no podía hacer sino pedirte que siguieras narrando esas historias. Llegamos a una pequeña cabaña de madera y nos sentamos en el porche, en un banco hecho de troncos cortados, y así, ahora sin hablar, estuvimos mirando hacia la profundidad del bosque durante un tiempo incontable. Me desperté ajeno a mi voluntad, e hice todo lo posible por retomar la historia, pero ya no fue posible. Justo esa mañana, horas más tarde, el cartero llamó al timbre de casa y me entregó una carta tuya.

La vida me regaló el enorme honor de estar contigo en varias ocasiones, y en todas ellas me sucedió algo que varias personas han compartido: el azul claro y profundo de tus ojos me dio paz, como si todo lo que habías vivido fuera contigo para ser repartido entre las personas con la esperanza de contagiar a todo el mundo y hacerlo, de verdad, mejor. Jane, gracias.
Su vida ha sido una lección de constancia, de ternura y de resistencia frente a la indiferencia y la destrucción del planeta. En abril de 2002, el Secretario General Kofi Annan la nombró como “Mensajera de la Paz” de Naciones Unidas. Doctora honoris causa por más de 45 universidades del mundo, distinguida con más de 100 premios internacionales, incluido el Premio Príncipe de Asturias de Investigación en 2003 en España, la Legión de Honor de la República de Francia, el título de Dama del Imperio Británico, la Medalla de Oro UNESCO y un largo etcétera.
Cuando nos conocimos estaba llevando a cabo un proyecto educativo con 12 niños y niñas de Muel, un pequeño pueblo de Zaragoza: El Cuarto Hocico, una protectora virtual de animales dirigida por niños. Estos 12 estudiantes llegaron a contagiar a miles alrededor del mundo invitándolos a crear sus propias protectoras para educar a los adultos desde las acciones de la infancia. En uno de esos diálogos que tuve con ella, me dijo: «Allá donde voy pongo a los niños y niñas de El Cuarto Hocico como ejemplo de esperanza en un futuro mejor”. Se ha ido, pero nos queda la esperanza sembrada en millones de niños y niñas que continuarán con su legado. De eso estoy seguro.
Descansa en paz, Jane.