El niño y la lagartija
Esta historia sucedió en una clase de Infantil. Tras leer un cuento en el que aparecía una lagartija como protagonista, la maestra propuso a los niños hacer un dibujo de lo que habían escuchado.
Uno de ellos, Dani se llamaba, se acercó a la mesa, apesadumbrado:
—Es que creo que no sé dibujar una lagartija —dijo, pronunciando regular, sin abrir mucho la boca.
La maestra agarró un libro de los muchos que tenía cerca y lo abrió. Simulando que leía instrucciones en esa página abierta al azar, se dirigió a Daniel:
—A ver. ¿Cuántos años tienes?
—Tres.
—Ajá… ¡Exacto! Aquí dice que los niños de tres años saben dibujar lagartijas.
Dani se quedó mirando a la maestra, analizando lo que acababa de escuchar. Abrió la boca ligeramente y, tras unos segundos sin hablar, se marchó a su sitio. A los diez minutos, regresó junto a la maestra. En la mano llevaba una hoja toda garabateada con pintura marrón.

—¿Y la lagartija? —preguntó la maestra.
—Está ahí —replicó Dani.
Al ver que la maestra no lograba entenderlo, el niño lo explicó:
—Está ahí metida, ¡bajo la tierra!
Solo le faltó guiñar el ojo y volver a su sitio.
Historia extraída del libro La emoción de aprender.
Cuando educamos, abrimos o cerramos puertas, ¡y la de la creatividad es una que hemos de abrir de par en par!